sábado, 31 de julio de 2010

PROHIBIDO SOÑAR ENTRE MAREAS

La necesidad de abrazarte
dentro,
como aguja de marea,
como reflejo compartido
en mi lado de medianoche.

La necesidad de besarte,
gemido de talle
imaginario,
el más corto alimento
de las primeras fantasías.

La extrema necesidad
del amor que revela las cosas
como reglas que vienen
desde el inicio de la búsqueda,
que acordonan en la madera
el oleaje de una soledad
menos fría.

Las manos en la esclavitud
de lo no existente,
de las ventanas suspendidas
en cada una de las lunas rotas
del amor o de la muerte.

Calma
en la punta de las alas.
Calma
en el vacío sin iris.
Sin naufragios predecibles en los labios,
sin tempestades que roten en la piel.

Los espejos aprenden
que están llenos de espectros.
También este amor se sumará al mar.

Y yo, como extranjero,
en la nublada conducta
de un viaje de hélices vetadas
que ponen el aire de otra boca
en nuestros sueños.

martes, 27 de julio de 2010

A los bosques donde retornan las sombras


A los bosques donde retornan las sombras
llegó la mujer que odiaba a los poetas,
con  esa forma de mirar
de los que creen encontrarse en un sueño.

Mujer loca, mujer
que odias a los poetas,
no rompas mis versos en el bosque,
la fragilidad de las emociones
que no necesitaron aprendizaje.

Ven, sin los labios de negación,
 ávidamente hasta mí.

Buscaste demasiado lejos,
donde el azar ha envejecido
y la mentira crece en círculos
de ídolos quebradizos.


Toma la frontera de mis brazos
con la luz que habías perdido,
con las palabras que poco a poco
fuiste olvidando.

jueves, 22 de julio de 2010

NO DEJES HUECOS AL SILENCIO


No dejes huecos al silencio, a la derrota, a la distancia. No dejes ni un instante que la nostalgia de amar sepa que también puede colocar su dolor entre nosotros. No te duermas como una perezosa flor retozando con los tenues destellos del atardecer.

    Estoy pasando, todavía sin llamarte, delante de ti. Espérame, seré capaz de amarte. Seré capaz de conocer que te he amado desde el primer momento. Por favor, no desgastes la calidez de tus sueños en esas lágrimas que fluyen en tu silencio. He soñado demasiadas veces tu rostro y mi rostro  en un  mismo trasluz. No me digas adiós ahora, no me digas que tienes que huir de tu dolor.

    Quiero que el próximo mañana no te devuelva más a tu pasado. Hoy el día es turbio como secretos de otros seres enganchados a la piel, como fantasmas asidos a nuestras sombras.

    No calles para esconder tu ira, no somos dueños de nuestras estrellas. Deja tu herida en mi garganta, un poco más de soledad ¿qué más da?.

    Me gustaría saber si puedo darte algo  de lo que buscas. Si puedo pertenecerte desde este mundo que hoy no puedo romper. Me gustaría saber si puedo amarte, a pesar de ti y de mí. A pesar de los hechos que callamos, de los distintos mares que ahora atravesamos.
  
    Me gustaría saber como puedo vivir esta vida sin ti. Por qué las calles en la noche no nos cruzaron antes de que nuestras vidas se enrolaran junto a otras existencias.
Me gustaría saber si los helechos sienten, si la oscuridad siente, si mi profundidad siente y te reclama.
  
    Hay algo en ti que indefinidamente temo, no sé si la amenaza de amarte demasiado.
  
    Lo que tu sientes no lo sé bien, es fuerte e inmenso  como cielos submarinos, y ha sobrepasado todos los rituales que quise interponer entre nosotros.
  
    No podré pasar más a través de tu mirada, no podré pasar más de largo de tus pasos.

    Sabes que estoy aquí, mi amor; que siempre, disimuladamente te he esperado.

lunes, 19 de julio de 2010

EL TUNEL


Todo sombrío círculo
forma parte del movimiento de criptas olvidadas,
como si antes de haber amado
nos llevara disminuidos en la memoria
de infinitos universos que nos reclaman al mismo tiempo.

No reconozco tu silencio,
el frío lejano de tus labios enmudecidos.
Donde estoy
ya ni siquiera me hiere tu secreto
después de que habitara en mí.

Inalcanzables ojos
trenzan la búsqueda de una inestable llamada
sin necesidad de sueños
que alumbren las corrientes de nuestro mar ausente.

Como una extrema pregunta
en cada lentitud del túnel,
invoco un solo instante en la vida de la muerte
que no borre aquellos recuerdos.

miércoles, 14 de julio de 2010

OJOS DE LUZ MUERTA



(Nota del tío de JM: Este es el fragmento de una carta arrugada de mi sobrino que no llegó nunca a enviar)

            Querida S:
Aquella fue mi primera misión en Afganistán. Después habría más y sucedería lo de Raquel, pero aún recuerdo aquel primer viaje y mi retorno como envueltos en el velo perturbador de un sombrío presagio.
Cuando llegamos allí todo era polvo, polvo homicida. Respirábamos polvo, comíamos polvo, dormíamos en polvo. Aún así pensaba en aquello que tu y yo no llegamos a decirnos, aquello que preferimos hundir en el vacío de una despedida cuando no eran tiempos tan malos, cuando todavía creíamos que había esperanza para nuestros corazones.
A mi regreso, sólo hubo silencio y acercamientos indemnes, como coloquios entre fantasmas. Pasé muchas horas quieto, mirando las paredes y el suelo, como si todavía vigilara la presencia letal de los escorpiones.
Hoy vuelvo a tener, por fin, decisión para escribirte, aunque ya nada importe, aunque haya pasado demasiado tiempo, demasiadas cosas. Lo hago porque, en el borde negro en el que ahora se desliza de forma incierta mi vida, sé que tú eres la única amiga que he tenido, la única persona que me ha entregado su cariño sin condiciones.
La noche es hostil aquí en mi refugio de la playa, el viento furioso de levante y las olas como bosques oscuros surgiendo de antiguos abismos, disuaden cualquier intención de asomarse al exterior.
Enciendo velas pálidas, anaranjadas, ávidas, y dejo que fluya la enigmática música de Chillum. Ahora puedo  hablarte con libertad; con la libertad del que ha cruzado la sima de una existencia normal para adentrarse en las entrañas de una pesadilla donde nuestras máscaras cotidianas no sirven de nada
Quiero hablarte de mi ciudad, de Madrid, de las sensaciones que me produjo ese regreso a los lugares que permanecían en mi memoria como lienzos olvidados; como besos perdidos en los callejones de la madrugada.
 Sin embargo, de un modo inevitable, vuelvo a las imágenes afiladas del barranco de los Locos en el desierto afgano.
Alguien escribió que Afganistán es un desierto encolerizado. Es árido, agresivo, como cualquier desierto, pero las inmensas llanuras de arena roja se retuercen por barrancos abruptos, por precipicios acechantes y cauces como fauces secas. Además está rodeado por montes agrietados y plagados de aristas desde donde bajan fantasmagóricas tormentas sin lluvia, tormentas de relámpagos y oscuridad. Adentrarse allí significó irse despojando de toda la racionalidad que nos rodea en la ordenada civilización, profundizar en nuestro yo más primitivo, situarse, como en la novela de Conrad, en el corazón de las tinieblas. Y sin embargo, es en aquel sitio, en ese cuadro de luces vírgenes, de polvo, sangre y penumbras, donde mis sentimientos continúan atrapados.
 Encontré la pureza de las emociones más básicas, el furor de las sensaciones primitivas. Encontré la amplitud de estar próximo a la nada, la supervivencia por uno mismo sin las esferas de las leyes humanas. Todo es limpio y es cruel a la vez. Y esa crueldad de la misma existencia te hace aprender a vivir instante por instante y experimentar la necesidad de aferrarte a lo inmediato. Decirte “aún veo, aún siento dolor, aún puedo seguir andando”. Mirar a tus compañeros como partes de ti mismo, partes de las que depende también tu existencia. Algunos no volvieron nunca. Se llevaron sus cuerpos, pero el aullido de sus sombras persiste como fragmentos de la tormenta, perdurando en el desierto.
Y, entre el horror, subsiste la belleza. En  noches plagadas de estrellas que jamás había visto, volaba sobre los territorios desconocidos del subconsciente transformado en una bestia de alas rígidas y negruzcas. Allí donde las almas parecen estar también hechas de piedras y polvo rojo, descubrí los enigmáticos laberintos de una antigua cultura, la sensualidad de la poesía darsi. Descubrí el coraje real, a vida o muerte, de las mujeres afganas. Descubrí a Shaima, sus ojos violetas como el crepúsculo en las llanuras de Herat, su belleza insumisa, su valor y fuerza inagotable, su nobleza, su pasión abrasadora y fugaz como las fogatas de los nómadas. Hay seres que tienen una belleza remota, inmaterial, que inspiran paz y pureza en sus cortas existencias, como una flor prodigiosa creciendo entre dos pasos de la muerte.

Después de contarte lo anterior, quizás comprendas mejor esas vivencias en Madrid. ¿Por qué en Madrid y no en esta zona de la costa donde ahora vivo? Quizás porque aquí tengo mi refugio donde me aislé a mi regreso, donde pude continuar dando libertad a mi ser alobado y escondido, donde estoy rodeado de decenas de cosas que representan tantos viajes, recuerdos de otras intensas y libres experiencias.
Cuando he estado ausente de Madrid durante un tiempo, vuelvo con la ingenuidad del niño que nació y creció allí; camino con ojos de asombro, bebiendo sensaciones en cada esquina que me reclama a  mis raíces.
 Así que de nuevo recorrí los recovecos de mi barrio, más tarde las zonas del centro que frecuentaba cuando estaba ya en la Universidad, la cafetería donde comentábamos a Pessoa junto a un eterno café. Sin embargo, esta vez me sentía translúcido entre la muchedumbre de las calles, como si ese no fuera ya mi pasado.
Caída ya la noche, pensé en  dirigirme al Kraken, pero de modo involuntario mis pasos me habían aproximado a otro local: el Tartufo. Era un pub que no había frecuentado demasiado en los últimos años, a pesar de ser un sitio ideal para conversar con voz suave. Pero, lo que resultaba curioso de ese lugar era que cada vez que asomaba por allí solían ocurrirme sucesos poco corrientes, como si fuera un epicentro de abismos sobrenaturales. Hay una mujer, de la que no conozco nada, a quien cíclicamente encuentro allí. He preguntado y sé que no es cliente habitual. Su aparición me perturba y a la vez  incendia mi imaginación mediante una sensación de reconocimiento arcano, procedente de un pasado inasible. Es como un espectro que reaparece y me enfrenta a los filos más oscuros de mi propio espejo.
Volvió a suceder de nuevo en esta ocasión. Lo habitual era que tan sólo cruzáramos unas pocas y superficiales palabras, pero esta vez  pareció enseguida reconocer mi paso reciente por el polvo del infierno. Su mirada no era hostil, pero se diría que  brillaba con una especie de recriminación. Se acercó −con sus ojos de luz muerta, con sus ojos de sangre encendida por la nada, y su rostro hermoso, pálido, sin tiempo−, para decirme de forma escueta: “no tienes corazón”.
Podría haberlo ignorado, haber sonreído, porque decir esta clase de cosas es muy frecuente en sitios como ése, ya sabes, las tonterías, los flirteos...pero te aseguro que no, que no era así, o yo no lo sentí así. Y una irreprimible desazón persistió no sólo por las palabras sino por el aire arcano de su gesto, por sus pupilas asomando desde otras vidas. Me pareció irracional e  injusto. ¿Qué podía saber ella? Era cierto que en mi vida había demasiados poros donde se filtraba la oscuridad, pero jamás había buscado hacer daño de forma deliberada y gratuita.  
Aquella tensión comenzaba a ser desagradable. En mi imaginación, la atmósfera de ese insólito encuentro chocaba contra los dulces recuerdos de Shaima, su calor, su entrega, su fe en mí. Y en esa confusión, sólo llegue a pensar que quizás habría algo en mi interior que provocase en el remoto subconsciente de ciertas personas la sensación de aproximarse a una membrana húmeda y siniestra; mientras que a otros, transmitiría las vibraciones de un tipo tranquilo y llano  que juega entre sus dedos con secretos que no comprende.

Tuvo que pasar todavía bastante tiempo antes de que el Libro de los Sollozos entrara en mi vida y me viese involucrado en la trama de la Mariposa Negra. Entonces comprendí el significado de “no tienes corazón”. Pero ya estoy hablando de otra persona.

viernes, 9 de julio de 2010

AHORA COMIENZA EL OLVIDO


Ahora empieza el olvido,
último rayo de extravío en la saliva,
en la arrogante ola del cuello antes buscado,
para volver sobre las ascuas
y por fin a los días sin fondo
de sequías azules.

Si hubieras dicho...
Si hubiera dicho...
Pero siguieron aislados, oscuros, contactos
entre cuerpos que apenas son nada
en el hambre de la memoria.

Símbolos que los recuerdos buscan
a lo largo de los espejos.

Toco hojas entre latidos hilados,
como crepúsculos de profundos
rasos que palpan el peso de nuestras vidas esféricas,
cerraduras del amor moldeado como la muerte
con su disfraz de sexo.

Ahora empieza el olvido.
Pueden venir los pasos hechos
huesos de negras espadas.

viernes, 2 de julio de 2010

LA DANZA OSCURA


Despierto muchos días
a punto de caer en un abismo de sedas negras,
pero sobre todo
en una niebla devolviendo  el temor
de las madrugadas que llegan
solas
mientras el amor dice adiós
desde las alas mutiladas
de los sueños.

En los ritos profundos
que se nutren
de los besos segados,
todas las noches de galerna
se repiten hasta el infinito
como un circulo de heridas desmontadas.

Qué largo es el camino
para recordarte.
Me miran siluetas de cera
mientras toco tu ausencia,
mientras toco la oscuridad de tu nada inmóvil
y gimo hasta el éxtasis.

Los cuerpos de antes
no fueron más que una escala de pasadizos inseguros.
Nada puede regresar
con el mismo placer
que sentía al hundirme
en tu piel de aguas perfectas.
Hoy
y otra vez mañana
y mañana
sin ti.
Y en lo mas lejano,
danza
el peso de los latidos sin despertar.