domingo, 20 de febrero de 2011

TENEBRATA


Secretas voces nos contarán
lo que fuimos en la memoria inadvertida
de hondos soportales que nunca tocamos.

Puedo amarte
en las noches de donde provienes
como un golpe de mar anónimo
que llega hasta mi lecho para sellar mis culpas.

Un día despertaré sintiendo tu mirada
de luz pequeña llameando contra la luna
y podré explicarte los sueños sombríos
que soportan mis  párpados en trance.

Alma de fiebre, mariposa extraña
de este horizonte viejo como las ventanas
donde las olas de sangre oscura pasan.

Sed en silencio,
cuerpo con el que grito arpas hirviendo
hasta que el nombre que oficio
como una reliquia fría y blanca
no salga ya de mi boca
y todo aquello a lo que llamé amor
caiga sin tiempo en sus tinieblas.





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domingo, 13 de febrero de 2011

OLVIDADA DIOSA OLVIDO


En los días
vacíos del espejo
buscaba unos ojos entre la gente
tan perdidos como los míos.

Nadie llama a la memoria
con el mismo tacto que tu sombra,
con el abrazo en espiral  del fuego entre dos mundos.

Solo en la oscuridad de la inconsciencia puede vivir este amor.
No quiero despertar,
no quiero saber  que nuestro tiempo está apagado,
ganado por el viento y el hielo del amanecer.

Perdurarás en la noche dentro de mí
mientras no abra los ojos,
mientras no pise la luz.
No sangres más, amor, las orillas
de tu cuerpo se encienden y se alejan
y  el brillo azul de tu mirada vuelve a su postura
debajo de la arena sin límites.


domingo, 6 de febrero de 2011

DEJA VU (II)


Mientras esperaba a Yolanda en el umbral del Kraken, la débil llovizna había cesado y ahora una niebla pegajosa humeaba intentando infiltrarse en el interior. Dentro, el calor se había hecho casi insoportable y sentía la necesidad de que el aire fresco me diera en la cara. Pero era la humedad lo que recorría mi rostro como los labios grisáceos de un cadáver. El eco de la música se filtraba con tonos sordos hasta el lugar donde me había situado tras la puerta. De improviso, el sonido retumbante decreció para dar inicio al ronroneo sensual de una suave melodía. Una canción  que conocía bien, muy bien; un resonancia que me visitaba noche tras noche en mis sueños desde las frías raíces del mundo de los muertos: "Is it love?"

"Is it love?" , "¿Es amor?", una versión de la cantante paquistaní Nadia Ali que le encantaba a Rachel. Durante la temporada que estuvo conmigo en Madrid ─pasando su último permiso antes de volver a Afganistán─, solíamos venir al Kraken cada día. Y acostumbraba a pedir a Héctor  ─mi amigo, el DJ─ que pinchara la canción.  Héctor se resistía siempre, ya que cortaba lo que él llamaba sus cadenas de percusión, pero al final  terminaba por ablandarse y cedía a los deseos de Rachel.


"I never knew a love
A love that could be sweeter"

"Nunca conocí a un amor
Un amor que pudiera  ser más dulce"

Abrí la puerta del local y volví a enfilar hacia el interior. Sí, con total certeza, era "Is it love". Hacía años que Héctor no pinchaba esa canción: le había amenazado con meterle los pies en cemento y arrojarlo al pantano de Entrepeñas si se atrevía. O algo por el estilo.


 De forma irresistible, la música agolpó los recuerdos de las buenas horas  que había pasado con Rachel en el Kraken. Su sonrisa de niña traviesa, su mirada limpia y brillante, su cabello castaño ondeando mientras danzábamos uno frente a otro y nos reíamos creyendo que el mundo podía pararse para nosotros, que compartiríamos el futuro hasta hacernos muy viejos. 


En medio de la noche, lo real se convirtió en un mundo del pasado. Una sensación de Déjà Vu que se manifestaba en forma de recuerdos circulares batiendo contra las paredes del Kraken, como si  la niebla  hubiera traspasado la puerta y serpenteara furiosa en el interior. 


-    ¿Nos vamos? ─preguntó de repente Yolanda con tono animado mientras me tomaba del brazo
-    ¿Cómo dices? ─mi voz apenas salía de la garganta.
-    ¿Vamos al Luna Morena, ese que has dicho antes, o prefieres ir a otro sitio?
-    Verás... Yolanda. No sé cómo explicártelo, de repente necesito estar solo.
-    Tienes mala cara, ¿te pasa algo?, ¿te encuentras mal?
-    Sí, eso, debe de ser la cena... No, no te estoy diciendo la verdad −rectifiqué−. No sé qué me ocurre. Necesito irme a dormir.
-    No te preocupes.
-    ¿En serio?
-    Puedes creerlo.
-    Gracias, Yolanda. Nos vemos otro día aquí. Seguro. Anda, dame un beso.

Yolanda deslizó sus labios rozando mi mejilla hasta posarlos sobre mi oído. Entonces, me susurró con absoluta claridad:

"Eres- un- gilipollas".
Y se dio la vuelta para unirse de nuevo a su grupo de amigos.

Me aferré al barandal de bronce que adornaba la entrada del local hasta que los nudillos se pusieron blancos. Respiré hondo y cerré los ojos. El vaho de una oscuridad invasora nubló mi mente y estuve a punto de caer al suelo. 


“Lo siento” –oí murmurar a mi espalda. 


Inmediatamente, abrí los ojos y me giré, pensando que Yolanda había regresado. Pero nadie estaba detrás de mí. La puerta del Kraken, medio abierta, permitía que se asomara una lengua de niebla. Y, durante unos segundos, en el olor a humedad que había entrado con la niebla se percibió un perfume a violetas.


Poco a poco fui recobrando mi energía, noté que mi corazón bombeaba adrenalina y me dirigí a la cabina del DJ dispuesto a descargar allí toda la furia.


-    ¡Héctooor! –grité con todas mis fuerzas, apoyándome en el borde de la consola del DJ.
-    Hola, JM, qué tal, tronco. Vaya rollete que te has apañao con la chorba rubia.
-    Me caguén todo lo que se mueve, Héctor. No me toques los cojones. ¿Quién te ha mandado poner esa canción y en el momento más inoportuno? –vociferé como un loco.
-    ¿Qué canción? Ah, “Is it Love”. La que le gustaba tanto a tu chavala canadiense.
-    Se llamaba Rachel, malnacido, y te voy a sacar las tripas. Contéstame, ¿por qué has puesto la jodida canción?
-    Joder, tronco, no te rayes. ¿Es que se te ha ido la pinza? Me la ha pedido una tía, que estaba muy buena, by the way.
-    ¿Cómo era? ¿Qué aspecto tenía?
-    ¿En qué estás pensando? ¿En que era el fantasma de tu Raquel? Tío, tú estás enfermo, mira lo que te digo, tienes que tomar Prozac o alguna mierda de esas para calmarte. Vale –continuó antes de que volviera a insistir−. Era una mujer, no una cría,  no una de esas yogurinas que vienen por aquí, ¿me pillas?
-    Te pillo. Sigue.
-    Guapa la tía, vestida de negro, rubia natural, pinta de nórdica,  no sé, extranjera, seguro, aunque  hablaba español de puta madre. Y más rara que un erizo sin púas.
-    ¿Rara? ¿Por qué?
-    Sus ojos… Me miraban de una forma… como si me retorcieran los huevos. Tío, tú  acojonas cuando te cabreas, pero esa chorba… ¡Cualquiera le llevaba la contraria…! 


Fui a abrir la boca para decirle a Héctor que ahora sí que se iba a enterar de lo que era verme cabreado, pero me fijé en su mirada perdida, estresada, cándida. Héctor era uno de tantos jóvenes de hoy día que eran buenos chicos, inteligentes, pero vagos; acostumbrados a una generación de bienestar, no tenían la más mínima gana de de proseguir sus estudios o de intentar trabajar. Vagaban como frikis de cualquier limbo ilusorio. Por fortuna Héctor no era un friki más. Su pasión era la música disco y tenía buenas dotes como DJ. Con el nombre de DJ Kalimocho, se había abierto camino en Ibiza durante el verano y en invierno pinchaba en el Kraken. No iba a conseguir nada desatando mi ira contra él. De hecho, es posible que tuviera razón y yo no fuera más que un enfermo, que mi cabeza necesitase un nuevo amueblamiento de manera urgente.

-    Entiendo –dije, conciliador, aunque no entendía nada−.Perdona, Héctor, creo que me he pasado un  poco.
-    Tranqui, tío. Ya conozco tus prontos. ¿Quieres un chupito de vodka?
-    No. Mejor me voy a casa.
-    Mejor, sí.
-    Sí.
-    JM.
-    ¿Qué?
-    Nada, colega, que tengas cuidado con esa tía.
-    ¿Por qué he de tener cuidado?
-    No sé, algo busca de ti. El otro día estuvo hablando con Cristina y le preguntó cosas de ti.
-    ¿Qué cosas?
-    Nada, creo que tonterías. Como si pretendiera ligar contigo, pero me da que no es de esas. Habla con Cristina, si quieres.
-    Hablaré otro día. Hoy estoy ya hecho un lío. Me voy. Joder, con la nochecita.
-    Nos vemos, colega.


En la calle, la niebla se había levantado y caía una lluvia oscura. El tráfico estaba en el punto álgido de la madrugada de un sábado. No había venido en coche: nunca lo hacía si pensaba tomarme una copa, así que comencé a caminar en busca de un taxi.  Tuve suerte, y al cabo de cinco minutos conseguí parar uno.


-    Buenas noches –saludé, entrando en el taxi.
-    Buenas noches −contestó el taxista− ¿Dónde vamos?
-    A la calle…−me interrumpí y proseguí con un murmullo casi inaudible−. No, a casa no. Tengo un presentimiento.
-    No le entendí. ¿Qué ha dicho?
-    ¿Sabe dónde está el Luna Morena?
-    ¿El de la calle Marqués de la Ensenada?
-    Exacto. Vamos allí.
-    Vamos –secundó el taxista arrancando el vehículo

.
Nos dirigimos desde el norte al centro de la ciudad. Las luces del alumbrado urbano se me antojaban más débiles que nunca y las calles que recorríamos trasportaron mi imaginación a una escena de la película Blade Runner.


Dejé mi mente en vacío, intentando que me abandonara el martilleo de la canción que me había colocado fuera de sí. Tratando de que todos los recuerdos teñidos de rojo y oscuro se hundieran en los estratos más profundos de mi cerebro. 


Pero, sin saber por qué, en ese cielo desierto de pensamientos, recordé dos versos de Paul Bowles:


“El mundo arde con palabras. Perdóname.
Te quiero, pero no debo pensar en ti.”






En La Manga ha anochecido hace un rato. La taza con Imperial tea está todavía a medias. Me gusta la compañía de las velas encendidas.

IS IT LOVE? - NADIA ALI