Fuera caía agua nieve en la oscuridad amarillenta de las calles. Dentro del Kraken Bar la temperatura era agradable y sonaba una canción de Shakira: "Loca".
"Yo soy loca con mi tigre
Loca, Loca, Loca."
El ambiente era festivo y alocado, de sábado a primeros de mes. Pero, apoyado en una columna, con un vaso de Moskovskaya en la mano, yo estaba lejos de sentirme bien. Alguno de los responsables del local había tenido la brillante idea de decorar las paredes, de tonos caoba, con dibujos de mariposas negras. Aquellas figuras contribuían a aumentar mi desasosiego sin que tuviera ninguna justificación racional. Hice un esfuerzo y me negué a permitir que unas cuantos adornitos me causaran malestar y me dijeran “go home, JM”. Fijé la mirada en objetos conocidos: en las pequeñas mesas redondas, en las velas púrpuras y blancas, en la minifalda de Cristina ─la camarera más veterana─; todas esos pequeños detalles que convertían al Kraken en un lugar donde me encontraba tan a gusto como en el salón de mi casa. Es un decir.
- Oye, perdona.
Me giré hacia el lugar de donde provenía la voz, preguntándome aún si antes de salir de casa había dejado bien guardados en un cajón mis recuerdos oscuros. Tomé conciencia de que en ese momento estaba sonando el ritmo electrónico fuerte y envolvente de Alan Masters y de que una atractiva mujer se hallaba plantada a mi lado. Justo en ese orden.
La mujer sonrió y puso cara de esperar una respuesta con paciencia, como quien se dirige a un niño no muy espabilado.
- Sí, dime –respondí por fin, saltando de mi aturdimiento.
- ¿Te importaría si me hago una foto contigo?
La mujer andaría por los treinta y mucho pico de años. Tenía unos bonitos ojos que chispeaban con las luces giratorias del Kraken. Llevaba un vestido claro, ajustado y corto, que se adaptaba bien y sacaba partido a su anatomía. El escote era, alabado sea el Señor, generoso, y el espacio entre la falda y las botas de cuero por encima de las rodillas permitía contemplar unos muslos que eran merecedores de un examen más detenido. Parecía simpática y de su mano colgaba una pequeña máquina de fotos.
- Creo que te has confundido de persona, yo no salgo en el programa de Gran Hermano ni nada por el estilo.
- No me he confundido. Tú eres la persona con más cara de aburrido de todo el bar.
- No me digas.
- Sí. ¿Te aburres?
- No, no. Vengo aquí a pasar el rato, a desconectar un poco, nada.
- Desconectar, ya. A todos nos viene bien desconectar. ¿Cómo te llamas?
- JM
- ¿Cómo dices?
- JM.
- Ah, yo me llamo Yolanda.
- Bonito nombre –dije, al tiempo que acompañábamos la presentación con un par de recíprocos besos en las mejillas.
Entonces recordé. Nada más entrar en el local, me había fijado en ella, en su falda corta y estrecha, en sus botas altas y en el movimiento insinuante de sus caderas mientras bailaba en la pista. Iba acompañada de cuatro o cinco mujeres más de distintas edades y de otros tantos hombres. “Seguramente una salida para celebrar algo” –reflexioné.
- ¿Bueno, nos hacemos la foto o qué?
- Vale, ¿pero quién maneja la máquina? ¿Has venido sola? ─pregunté para sondear la situación.
- No. Estoy con un grupo de compañeros del trabajo. Nos hemos reunido aquí para celebrar el cumpleaños de una amiga.
Yolanda levantó la mano, hizo una seña al grupo que estaba bailando y enseguida se acercó una chica. Tomó la máquina de fotos y nos indicó que nos juntáramos. Obediente, pasé un brazo por los hombros de Yolanda y ella me respondió pasando su brazo por mi cintura. Tan normal. Con ese gesto, ella me había introducido en el grupo. Aposté a que ya tenía asegurado la compañía. Y algo más, a poco que me esforzara. “A piece of cake”, "pan comido".
Me sumé al grupo cumpleañero y me dejé contagiar por sus ganas de bailar y de reír, no importa lo que sonara, no importa de qué se riera uno.
Una chica del grupo, morenita y menuda, probablemente la festejada, pidió chupitos de tequila para todos. Yolanda me acercó el pequeño vaso y un trocito de limón. Cogió un salero, se echó sal en el dorso de la mano y con un ademán me animó a lamer la sal. Pasé la lengua por la piel de su mano sin apartar mis ojos de los de ella, tomé el tequila de un sorbo y le pegué un mordisco al trozo de limón.
Justo el tipo de juegos que me pone como una moto.
Pasamos otro buen rato con el mismo tipo de jugueteos con doble sentido. Sin necesidad de rompernos la garganta contándonos historias por encima del volumen de la música, nos estábamos diciendo con el lenguaje de nuestros cuerpos que podíamos irnos juntos a la cama. Siempre he creído que los bares de copas no son los mejores lugares para organizar tertulias.
La música ese día no acompañaba mucho, DJ Kalimocho ─mi amigo Héctor, el DJ del Kraken─, estaba pinchando una sucesión de vinilos de música minimal que para nada contribuían al acercamiento físico.
- Le voy a pegar un tiro a ese DJ ─dijo Yolanda, poniendo la mano de forma que simulaba una pistola y apuntando al infortunado Héctor.
- La verdad es que el DJ es bueno –aseguré, defendiendo a mi amigo─, pero hay veces en que se pasa tres pueblos con lo último en música electrónica.
- Pues podía ponerlo en su casa. Esto no hay quien lo baile ─sentenció, cesando en su intento de pillarle el paso a las cadencias del minimal.
- Si quieres podemos cambiar de sitio ─propuse, viendo la oportunidad de de separar a Yolanda del grupo─. Les podemos decir a tus amigos dónde estamos y que se reúnan con nosotros más tarde. Conozco un nuevo local con una música fantástica para bailar sin que se le disloquen a uno las articulaciones.
- ¿Cómo se llama ese sitio?
- Luna Morena.
- No he estado allí. ¿Y si es un petardo?
- ¿Qué pasa, no te fías de mi?
- ¿Debería?
- Deberías. Si el ambiente del Luna está chungo, podemos ir a mi casa, allí sí que te puedo asegurar que hay buena música.
Yolanda me miró durante unos instantes, y me tocó en el pecho con el cuello de la botella de Coronita que tenía en la mano.
- Ja ─profirió Yolanda.
- ¿Qué significa "ja"? ¿Que nos vamos o no?
- Significa que pareces más tímido de lo que eres. Eres un poco buitre.
- ¿Por qué? Estaba bromeando ─me apresuré a decir, pensando que había ido demasiado aprisa─. Vamos al Luna Morena y después ya veremos, podemos ir a tomar chocolate con churros.
- Me fiaré de ti. Tienes cara de buena persona. Aunque apostaría a que has estado metido en algunos líos.
- Venga, apaga la bola de cristal. Soy un buen tío. Punto. Mejor dicho, punto y parte: nos largamos.
- Un momento, voy a decirle a mis compañeros que nos vamos. ¿En qué calle está ese local?
- En Marqués de la Ensenada. Si cogen un posavasos del Kraken, está la dirección del sitio, los dos locales son del mismo dueño.
- Vale. Voy a despedirme y a coger mi abrigo.
- Bien. Te espero fuera, en la puerta.
Yolanda apuró de un golpe el resto de cerveza que le quedaba, dejó la botella en la barra y se marchó hacia donde estaban bailando sus amigos.
ALAN MASTER T - TAKING THE WAY (OFFICIAL VIDEO)
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