En la oscuridad surgen muros que nos ayudan
a enlazar nuestras manos y se abre
el abismo de los besos en silencio, la voz en tránsito
del corazón hundido como una roja sed.
Todo lo que no está al alcance del tacto
yace ahora sin orgullo
en la orilla de los recuerdos sin tiempo.
Hay una mujer de infinitos rostros
que llega con su cuerpo desnudo
desde la parte mágica de las sombras,
desde un pasado culpable donde las miradas sin fondo
se alumbran en un mar de perpetuas estrellas.
Heridos por un ritmo profundo y lento,
en compañía de las horas asustadas,
el deseo inunda como polvo caliente nuestras venas
y nos alcanza el primer momento de seda,
la explosión bajo el cielo raso del olvido.
a enlazar nuestras manos y se abre
el abismo de los besos en silencio, la voz en tránsito
del corazón hundido como una roja sed.
Todo lo que no está al alcance del tacto
yace ahora sin orgullo
en la orilla de los recuerdos sin tiempo.
Hay una mujer de infinitos rostros
que llega con su cuerpo desnudo
desde la parte mágica de las sombras,
desde un pasado culpable donde las miradas sin fondo
se alumbran en un mar de perpetuas estrellas.
Heridos por un ritmo profundo y lento,
en compañía de las horas asustadas,
el deseo inunda como polvo caliente nuestras venas
y nos alcanza el primer momento de seda,
la explosión bajo el cielo raso del olvido.