Miro un rostro que no he visto,
beso unos labios que nunca he rozado.
Esa niebla de alejadas figuras camina
de la mano de sus palabras por blancos cielos vacíos.
En una lenta tempestad juego,
imaginando su mirada invernal,
tan profunda como un bosque inundado de olvido.
El miedo a perderla no deja de caer sobre las sábanas
y la luz desecha retorna
a los estanques oscuros del azar.